1.11.16

¿Café para todos…, pero…, qué café para Aragón?

Imaginemos que entran en un bar varios ciudadanos del Estado Español. Oirá el observador que uno pide un café solo, aquélla un café con leche corto de café, el otro un café descafeinado con leche desnatada y un poco de sacarina, la de más allá un café con unas gotas de leche, la otra un cortado con leche del tiempo y así “ad nauseam”. Existen casi infinitas formas de pedir y servir un café en el Estado Español.

Ya tenemos gobierno en la Administración General del Estado. Se supone que su guía será el acuerdo firmado entre el PP y Ciudadanos para el que se precisa del concurso de otras fuerzas políticas (pues muchas de las medidas que recoge precisan de la aprobación de leyes orgánicas que requieren mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados que, como es sabido, no suman los diputados y diputadas de las fuerzas firmantes).

En el bloque político territorial se habla de “Defender la unidad de España como Nación de ciudadanos libres e iguales e impulsar un Pacto por la Unidad de España y la defensa de la Constitución, en el que estén presentes todas las fuerzas constitucionalistas”. Por lo tanto, debe deducirse que puede haber un proceso de debate territorial, que en el texto no se concreta, ni prefigura. Y aquí, como en el bar de los supuestos clientes del inicio del texto, no vale el “café para todos”.

La cuestión territorial no se ha sabido plantear en España desde su nacimiento en 1714. La cuestión territorial se ha afrontado mal y, por eso, ha fracasado. O se ha optado por la uniformidad o por el “café para todos”. Y ni una cosa ni otra sirven. Hay realidades que aspiran a autogobernarse y tener capacidad legislativa y otras no, simplemente porque son parte de la identidad castellana (lo cual no es ni bueno ni malo: es).  No puede tener las mismas competencias un país milenario, con una identidad propia y voluntad de autogobernarse, como Aragón y una provincia castellana, como La Rioja o Cantabria, por ejemplo o una provincias que jamás habían mostrado el menor interés por autogobernarse, como Extremadura.

Cuando se habla de España como “Estado plurinacional”, puedo estar de acuerdo, pero no cuando, de inmediato se nombran Euskadi, Catalunya y Galicia, como realidades diferenciadas del resto, supuestamente uniforme.
Siempre la Historia enseña y sus símbolos hablan. Veamos el escudo de España.

Obviemos los elementos que no tienen que ver con la cuestión territorial: la corona real y la flor de lis, que se refieren a la Monarquía y a la dinastía Borbón-Anjou; las columnas de Hércules coronadas por las coronas imperiales del Sacro Imperio Romano Germánico y la real, aludiendo al pasado imperial y al presente real y el entado en punta con la granada abierta símbolo del proceso de conquista de los reinos musulmanes ibéricos.

Los dos cuarteles superiores lo componen las armas del Reino de Castilla y de León. El tercero, la Corona de Aragón y el cuarto el Reino de Navarra. Esas son las realidades territoriales que componen el Estado Español:

Los países que compusieron la Corona de Aragón: Aragón, Catalunya, Pais Valencià e Illes Balears.

El territorio que, grosso modo, compuso el Reino de Navarra: Navarra y País Vasco.

Y el resto, con las peculiaridades que se considere (lengua, insularidad, capitalidad estatal,…), pero dentro de una misma identidad.

Obviar esta realidad y tratar de servir un “café para todos”, obviar a países con una identidad diferencia como Aragón en el proceso o dotar a entidades políticas sin identidad diferenciada, como Andalucía, de capacidades propias de otras naciones “para no ser menos que los catalanes y vascos” es un error y, paradójicamente, va en contra de cualquier proyecto que quiera integrar bajo un mismo Estado a las diferentes realidades que lo componen.

Jorge Marqueta