26.2.15

Dignidad ciudadana frente a la arrogancia de (des)gobiernos mentirosos ante la CULTURA

¿Hasta cuándo tendremos que soportar la arrogancia y las mentiras de quienes nos (des)gobiernan? La legión de corruptos y corruptas que invaden la esfera pública es difícil de asumir, pero además nos mienten, a partir de un pacto perverso que da por sentado que sabemos que nos mienten y que quien nos miente lo sabe. Y no pasa nada, o pasa demasiado poco.
Utilizar la mentira como instrumento del poder para justificar políticas nefastas que sacien intereses de los círculos de allegados es inadmisible. Envenenar a la sociedad con falsedades con las que crean sus mundos interesados que el resto nos tenemos que “tragar” como si fuéramos idiotas, también. ¿Qué nos queda? Como mínimo, reaccionar en todos los ámbitos de la vida para que esta tropa no acabe con todo.
Una de esas grandes mentiras de mayor actualidad es la de que la Universidad española —incluida la Universidad de Zaragoza, única universidad pública de Aragón— cuenta con las tasas más bajas y con más y mejores becas de la Unión Europea. ¿Cómo no se van a convocar movilizaciones para reaccionar ante las políticas de desmantelamiento de la universidad pública y las mentiras que difunden para justificarlas?
Para lo que hay, nos quejamos poco y toleramos demasiado, porque eso es falso. Nuestras hijas e hijos pagan una tasas universitarias fuera de España que son irrisorias comparadas con las que se pagan aquí, y tienen más beneficios para su formación y su desarrollo profesional que los que encuentran aquí, donde la política de becas es cada vez más restrictiva e insuficiente. Y éstas sí que son verdades constatables, como lo es el encarecimiento de la vida con la implantación del euro o la aplicación del Plan Bolonia, cuyo coste hasta el momento se ha imputando directa e indirectamente a las familias.

Desde el entorno del ministro Wert, el PP insiste machaconamente en que el acceso a la educación superior español es de los más igualitarios y equitativos. Aquí, en Aragón, Luisa Fernanda Rudi y su equipo siguen esa hoja de ruta, mienten y centran su discurso en constantes acusaciones contra la universidad pública y su comunidad universitaria. ¿Cómo no entender la huelga de estudiantes del 26 de febrero, y todas las movilizaciones que lleguen, ante un enemigo de dimensiones apabullantes que solo las urnas y un compromiso ciudadano cotidiano pueden desestabilizar?
Si reblamos, se nos comerán. Tenemos una gran responsabilidad individual y colectiva para seguir reivindicando aquello que creemos justo y para no legitimar los destrozos que se están perpetrando contra la justicia social, la calidad de los servicios públicos y hasta contra la inteligencia. Y no hay que perder la ocasión de hacerlo.
Hace un par de años, un grupo de licenciadas y licenciados universitarios decidieron no saludar al ministro Wert durante el acto de entrega de los Premios Fin de Carrera en protesta por los recortes, la disminución de becas y el aumento de tasas, así como en defensa de la educación pública. Hubo medios de comunicación que manipularon cínicamente la circunstancia, convirtiéndola en un caso de buenos o malos modales. Y hubo un sector de la sociedad que suscribió esa interpretación, cuando de lo que se trataba era de la dignidad de un grupo de jóvenes excelentes en el estudio que nos dieron una gran lección, plenamente conscientes de lo que se está jugando nuestra sociedad y del riesgo para su propio futuro.
Ahora, ¿qué es lo importante? ¿La duración de los estudios de Grado y Master? El problema no es tanto de carácter cuantitativo como cualitativo y concierne a la educación y a la formación, a los planes de estudio, a la financiación de la universidad y al propio modelo de universidad que queremos tener. El modelo elitista del PP, coherente con el tipo de sociedad que plantean, está más cerca de un reino bananero que de otra cosa y esto también afecta a la dignidad ciudadana, como nos recordaron aquellos jóvenes que, con su gesto, sacaron los colores al Gobierno.
Ha habido otros casos en los últimos tiempos. Javier Marías rechazó el Premio Nacional de Narrativa 2012 por ser un “galardón institucional, oficial y estatal, otorgado por el Ministerio de Cultura". Jordi Savall renunció al Premio Nacional de Música 2014 por estimar que procedía de un Gobierno responsable del "desinterés y la incompetencia" en la defensa del arte y de "menospreciar a la inmensa mayoría de músicos”. Isabel Steva Hernández, "Colita", rechazó asimismo el Premio Nacional de Fotografía 2014, por no ver consecuente aceptarlo de un Gobierno que representaba lo mismo contra lo que siempre ha luchado.
Y, sin embargo, en un país con tantas tragaderas, estos ejemplos no dejan de ser una excepción.
Nieves Ibeas Vuelta